VIRGINIDAD A LA CARTA: LA RECONSTRUCCIÓN DEL HIMEN COMO MECANISMO DE CONTROL SEXUAL



Se llama himenoplastia, una intervención quirúrgica que tiene el único propósito de reconstruir esta membrana carnosa en forma de anillo situada en la entrada de la vagina llamada himen. Parece ser que en la última década su demanda ha crecido considerablemente a escala global.

No hay datos estadísticos fiables, dado que estas intervenciones se llevan a cabo en clínicas privadas (con solo escribir “reconstrucción de himen” en el buscador tendremos un surtido listado de servicios clínicos que la ofrecen). En Bélgica, si la persona profesional de turno marca la casilla de “reconstrucciones vaginales” debidas a complicaciones postparto, entonces una puede irse con su himen nuevo sin pagar ni un céntimo. En cuanto a Bélgica, en este país se contabilizaron 2.760 casos de reconstrucción de himen en 2004, el doble que en el año 2000.

En Reino Unido solo el National Health System (NHS), registró más de un centenar de mujeres que se sumaron a esta intervención entre los años 2007 y 2017. En Francia, dicha cirugía tan solo y estrictamente se puede llevar a cabo de forma privada. Así, el doctor Marc Abecassis confirma entre 3 y 5 casos a la semana en su Clínica de Les Champes- Élyseés en París. Más cerca, tenemos el ejemplo de la Comunidad de Madrid, donde anualmente se estima que se reconstruyen el himen unas 500 mujeres, cifra que ha aumentado un 30% en los últimos 5 años.

Datos aparte, aunque significativos, hay una serie de cuestiones que deben como mínimo invitarnos a reflexionar: ¿Qué mujeres se presentan a una clínica para solicitar este servicio? ¿Qué fuerza hay detrás de esta decisión para que cada año siga creciendo el numero de intervenciones? Y sobre todo, ¿tiene alguna función fisiológica este trozo de carne que en determinados contextos tiene un valor cuantificable y con una enorme repercusión en las dinámicas y las relaciones sociales?

En parte la tercera pregunta ya arroja mucha luz acerca de las prácticas y los discursos sexuales de las principales clientas de las himenoplastias: mujeres musulmanas (europeas o con otros orígenes) y gitanas, de edades dispares en función del país en el que vivan. Sobre la función fisiológica del himen existe poca claridad, parece ser que sirve para poco o nada, pero -en muchos casos- sigue ahí en nuestros cuerpos biológicos, sobre los que hemos creado relatos a veces de una brutalidad incomprensible.

 

INTERVENIR SOBRE LOS GENITALES FEMENINOS COMO  RITUAL Y MECANISMO DE DEFINICIÓN IDENTITARIA

Himeneo, dios de la mitología griega al que consagramos el origen del término “himen”, es la divinidad que preside el cortejo nupcial. Curiosamente, la mujer que acudía al tálamo engalanado para la ocasión no llegaba con el himen intacto, pues las niñas en torno a los diez años se sometían a un ritual de iniciación en el santuario de Artemisa Brauronia. Con un vestido de color azafrán, las pequeñas festejaban la arketia, “las fiestas de la osa”, en las cual una sacerdotisa con pieles de oso utilizaba un falo artificial para romper el himen de las iniciadas. De esta forma, el ritual daba pie a dos hechos: la cuestión de la virginidad solo atañe a las mujeres y a evitar el dolor asociado a la primera relación sexual por la supuesta ruptura del himen. El sangrado se quedaba entre ellas. Lo explica muy bien la historia del arte Pilar González Serrano en “La mujer griega a través de la iconografía doméstica”, que  da muchas pistas para entender nuestro imaginario sobre la mujer.

Debemos entender por lo tanto que la ruptura del himen es parte de un ritual iniciático, es decir, de aquellas prácticas que conllevan el paso de la infancia a la edad adulta, y va asociada a las prácticas de dolor y a las experiencias intensas que quedan marcadas en la memoria y el devenir de un ser humano. Es elemental, como dice Maria Caterina La Barbera, para la “creación de las relaciones sociales” (en "Intervenciones sobre los genitales femeninos. Entre el bisturí del cirujano y el cuchillo ritual", 2010). Podríamos añadir que, para construir relaciones sociales determinadas, ya que la simbología que pesa sobre el himen es prácticamente universal, igual que los son el control y los mecanismos de dominación que pesan sobre la sexualidad femenina.

Así, la ruptura del himen debe equipararse a una forma ritual, a un tránsito que marca el estatus de niña a mujer, como muy bien ejemplifica el mito de Himeneo. En términos más exactos, solo cuando la mujer pierde su virginidad, simbolizada en la perforación de esa membrana, se la puede empezar a llamar propiamente “mujer”. Hasta entonces ha sido una niña, una doncella, una joven infantilizada que desconoce su sexualidad y por ende su auténtica identidad, aunque hablemos de una mujer de 25 años… … No olvidemos que la práctica ritual es una práctica social, ya que a través de ella se definen las identidades y de forma particular las identidades de género. Así, una mujer solo puede ser definida en tanto que mujer si antes se la ha definido en términos sexuales.

Siguiendo con este argumento, en las culturas donde se suele intervenir de alguna forma u otra sobre los genitales femeninos también se interviene sobre los genitales masculinos. Así, en el contexto musulmán, por ejemplo, los hombres son sometidos a la circuncisión, una práctica que define los mismos aspectos que en el caso femenino: su identidad de género y la pertenencia a una determinada comunidad, cultura y cosmovisión.

 SEXUALIDAD, IDENTIDAD Y LIBERTAD

La intervención sobre la sexualidad está al servicio de la creación identitaria. Y no disponer de un himen “completo” es una puerta cerrada a ser una mujer válida para pertenecer a este mundo en el cual la pureza asociada a la virginidad resulta indispensable. El bisturí se dibuja en el horizonte como la única posibilidad de formar parte de un nosotros. Quizás, por qué no, debamos analizarlo como una nueva modalidad de ritual, donde el paso por el quirófano, al igual que el paso por el santuario de Artemisa, implica un secreto, un conocimiento exclusivamente femenino, un lugar desde el que reconstituirse y redefinirse. 

Controlar la sexualidad es controlar la sociedad. Esto lo sabemos muy bien y llevamos milenios operando con ello. De modo que, si el punto de partida es la sexualidad, ¿por qué no repensar las prácticas más allá del dominio y el control? O mejor dicho, ¿solo con dominio y control se puede hablar de pertenencia?

En todo caso, la cuestión que me sigue persiguiendo es por qué la mujer sigue definiendo su estatus como adulta y madura a través de una determinada practica sexual. La primera vez que entendí que la virginidad era algo que ponía en valor a una mujer, entendí que era un tema del que nunca se iba a hablar: la vergüenza, hashuma (en árabe), es una forma de respeto exacerbado ante la normatividad representada por las personas mayores de la familia, del grupo, de la sociedad....Con esta hashuma, que compartimos a lo largo y ancho del planeta las personas árabo-musulmanas, hablar de sexualidad es casi impensable porque así es como se ejerce el mejor de los dominios.

No debe asombrarnos que en un contexto donde la sexualidad tiene un peso brutal sobre las leyes, sobre los códigos normativos y en las prácticas sociales, donde el sexo sin matrimonio es tachado de zina, adulterio, y por ello elemento de inestabilidad social, esta sea al mismo tiempo incomunicable. ¿Dónde quedó la erótica de El jardín perfumado de Al-Nafzawi? Lo que manejamos entre las piernas nos pertenece; liberar nuestra sexualidad, también.


Publicado en Periféricas. Escuela de feminismos alternativos

Comentarios

  1. Me parece necesario, importante saber que el lugar en donde naces marca tu suerte, tu vida, tu sexualidad, algo que a priori es intimo y tuyo, pero que puede ser de tod@s. Gracias

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